El caserío de Cerro Blanco, ubicado en la jurisdicción del distrito de San Juan de la Virgen fue testigo de una de las crecidas más devastadoras del río Tumbes. Con un caudal que superó los 2,000 metros cúbicos, el río Tumbes arrasó con todo a su paso, afectando los campos de cultivo de plátano y arroz, pero el golpe más fuerte lo sintieron aproximadamente 100 familias en las calles “9 de Octubre” e “Hilario Carrasco”. Las aguas, que se precipitaron con fuerza inusitada, no solo anegaron viviendas, sino que también dejaron tras de sí un panorama desolador.
El Drama de las Familias Afectadas
Los residentes del caserío de Cerro Blanco vivieron horas de angustia al ver cómo sus hogares eran invadidos por el agua sin tiempo suficiente para salvar sus pertenencias. Camas, colchones, ropa, artefactos eléctricos y otros enseres quedaron sumergidos y dañados irremediablemente. Tras el paso de la crecida, lo único que quedó fue el lodo, un mudo testigo del desastre. Las familias, despojadas de sus bienes, alzaron sus voces en protesta, clamando por la ausencia de las autoridades locales y regionales en un momento tan crítico.
¿Dónde Están las Autoridades?
La indignación de los afectados es palpable. “¿Dónde está el señor alcalde Cedillo? ¿Dónde está el alcalde provincial Antón? ¿Dónde está el gobernador regional?”, se preguntaban con justa razón los habitantes de Cerro Blanco. Pasado el mediodía del domingo, ninguna autoridad se había presentado en el lugar de los hechos, generando un comprensible malestar entre la población. La falta de una respuesta oportuna y efectiva por parte de las autoridades ha dejado a muchas familias en una situación de vulnerabilidad extrema.
I.E. Víctor Raúl Haya de la Torre
La Institución Educativa Víctor Raúl Haya de la Torre, que alberga a aproximadamente 200 alumnos del nivel secundario, también sufrió el embate de la naturaleza. Ubicada en la zona de ingreso al caserío, la escuela vio cómo su mobiliario, equipos de laboratorio y laptops quedaban inservibles al ser cubiertos por el agua que superó la altura de las mesas. La reciente instalación de una malla raschel no resistió la fuerza del agua y terminó en el suelo, evidenciando la magnitud del daño.
La profesora Roxana Yovera, visiblemente afectada, expresó su preocupación: “Mis alumnos no podrán iniciar las clases porque las aulas están con lodo. Este lunes los maestros terminan su jornada de vacaciones y van a encontrar una infraestructura totalmente afectada. Ojalá que las autoridades nos visiten para que conozcan de cerca nuestra situación”. Las palabras de la docente reflejan un sentir común: la necesidad urgente de una intervención que permita la recuperación y normalización de las actividades escolares.
Lo vivido por los moradores de Cerro Blanco no es solo una cuestión de números y estadísticas, sino de vidas humanas que han sido profundamente afectadas. Las autoridades están en la obligación de atenderlas con prontitud porque al cierre de esta edición algunos no tenían cama donde dormir y otras familias buscaron refugio en las casas de algunos vecinos.
Es hora de que se tomen medidas concretas para evitar que historias como las de Cerro Blanco se repitan en el futuro. La comunidad exige respuestas y acciones inmediatas, y es deber de las autoridades estar a la altura de las circunstancias.