Poco después del medio día del domingo 15 de noviembre, en una corta y solitaria alocución, el Presidente de la República interino, Manuel Merino De Lama renunció al encargo conferido por un cuestionadísimo Congreso de la República. La movilización de decenas de miles de jóvenes en su mayoría, ocurrida el día anterior precipitó la decisión.
Parafraseando a Marco Avilés, quien escribió una crónica bastante sentida para The Washington Post, el Perú, lejos de permanecer inmóvil por la pandemia, parecía un cuerpo sacudiéndose de las pulgas. Los jóvenes tomaron la calle y no permitieron que una aventura como aquélla tomara forma. Los jóvenes salieron a protestar, como lo hicieron en 2016 para oponerse a la conocida «Ley Pulpín», derogada por esa razón.
No han sido pocas las manifestaciones lideradas por jóvenes que hicieron posible profundos cambios sociales y políticos. Así ocurrió en 2006 en Chile con protestas iniciadas por estudiantes a raíz del alza de los pasajes en el Metro, que no pararon hasta lograr el referéndum que hará posible el cambio de la Constitución de Pinochet. También en Colombia, en 2016, los jóvenes se movilizaron en defensa de la paz y en protesta por los asesinatos de dirigentes sociales y violencia policial. En Argentina, en 2018, con el pañuelo verde, salieron a defender la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Y también en Ecuador, en 2019, el movimiento estudiantil articuló con los sectores sindicales y los colectivos indígenas, ante el aumento del combustible y contra la política económica del gobierno.
En Latinoamérica la mayoría de jóvenes vota a los 18 años. Argentina, Brasil, Ecuador, Cuba y Nicaragua rebajaron la edad a los 16. Para muchos, la participación política de más jóvenes supondría la legitimación de la representación política. A pesar de ser voluntario entre los 16 y 17 años, en Ecuador y Argentina la participación se ha mantenido por encima del 60%. Y es que hay una verdad innegable: son los jóvenes los que más tarde que temprano pagan los platos rotos de las decisiones de sus padres en la política.
En estos días he visto en Facebook algunos post que invitan a una movilización juvenil en nuestra región. «Nueva generación voto consciente» se denomina este (todavía pequeño) grupo de entusiastas, escolares y recién egresados, que defienden la vida, la libertad y la democracia. Sin dejar de considerar el elevado riesgo de contagio al COVID19 que suponen estas convocatorias, el interés por el cambio en la política debe celebrarse.