Murió tan joven que apenas tuvo tiempo de hacer algo digno de pasar a la posteridad, pero a pesar de ello, el nombre de Caroline Walter forma ya parte de esa historia en la que tanto nos gusta indagar. Caroline Christine Walter nace en 1850 en una Prusia en pleno crecimiento económico y demográfico. Su vida transcurre como la de las demás niñas, crece en un ambiente alegre y tiene una infancia feliz hasta que llega la muerte prematura de sus padres. Entonces, su mundo confortable se derrumba y junto a su hermana Selma se traslada a vivir a casa de su abuela en Friburgo.

Caroline pronto se adapta a la vida de Friburgo y acude cada día a la escuela de chicas de la localidad. En su nueva ciudad no le faltan admiradores que se sienten atraídos por su belleza y simpatía. Cuando su hermana se casa, Caroline se va a vivir con ella y su marido, pero una vez más el destino se cruza en sus caminos y la felicidad les dura poco. A principios del verano de 1867, antes de cumplir los 17 años, Caroline contrae la tuberculosis, una enfermedad que termina con su vida pocas semanas después.

Su hermana Selma no quiere que Caroline quede en el olvido y encarga a un importante escultor un monumento de la joven fallecida para que todo el mundo pudiera recordarla. Dicen que la obra tardó bastante tiempo en estar finalizada, pero la espera mereció la pena. La obra representa a Caroline dormida en su cama mientras lee su libro favorito y deciden colocarla sobre la tumba junto a una de las paredes exteriores del cementerio.

Familiares y amigos acuden casi a diario durante los primeros días a visitar la tumba y depositar flores sobre ella. Hasta aquí todo normal, pero pasa el tiempo y la hermana descubre que, aunque las visitas cada vez son más espaciadas, no faltan las flores frescas bajo su brazo. Entonces empieza a sospechar de un admirador secreto, tal vez aquél tutor que mostraba especial interés por la joven Caroline.

Pero pasan los años y los coetáneos y posibles descendientes de nuestra protagonista fallecen. Ya no hay nadie que se acuerde de ella ni que se puedan interesar por Caroline, sin embargo, las flores siguen apareciendo cada mañana sobre su tumba. Es entonces cuando los cuidadores del cementerio comienzan a preguntarse quién será la persona misteriosa que lleva flores y establecen un turno de vigilancia. Después de varias semanas de guardia aseguran que no han visto a nadie. Dicen que al principio pensaron que se trataba de flores artificiales, pero al comprobarlas notaron que eran frescas.

Han pasado los años y el misterio continúa, pues haga sol, llueve, ventee o nieve no hay un sólo día en el que no aparezcan flores frescas sobre la tumba de Caroline, testigos de ello las centenares de personas que cada año acuden al viejo cementerio de Friburgo a contemplar, no solo el misterio de las flores, sino también la belleza del monumento.

De hecho, el viejo cementerio de Friburgo, situado en el barrio Neuburg, al norte del casco viejo,forma parte de la Ruta Europea de Cementerios. En la actualidad es un parque que tiene más de 30 bancos, una fontana, la capilla de San Miguel, varias tumbas y un monumento recordando el huracán Lothar. Aunque su principal atractivo y el que atrae a la mayoría de los visitantes, está en la muralla oriental del cementerio. Siglo y medio después allí continúa, como si fuera el primer día, el mausoleo de Caroline Walter y, cómo no, siempre con sus flores frescas bajo el brazo.Mamen Gil es periodista. La directora de Contenidos de Mujeres Valientes es la más sensible de las que componentes de este equipo, por este motivo es, probablemente, la más creativa de todas.

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